La historia de Benito Taibo y Playboy
Por:
Jafet Gallardo
07 Mar 2014
Mauricio era vecino nuestro en la Condesa, allá por el año 1973. Era malo para el fut, contaba pésimos chistes, […]
Mauricio era vecino nuestro en la Condesa, allá por el año 1973.
Era malo para el fut, contaba pésimos chistes, y era lo que los chavos de hoy calificarían como “ñoño”. Nosotros nomás lo llamábamos “matado”; en el salón de clases tenía la mano permanentemente levantada para ser el primero en contestar las preguntas de los maestros y para asombro de la multitud, usaba una delgada corbata de rayas bajo el suéter rojo de la escuela.
No existía entonces el “bullyng” tal y como hoy en día está tipificado, pero los “matones” del barrio y del propio colegio, lo habían escogido como la víctima propiciatoria ideal, así que lo traían de un ala todo el tiempo. Le quitaban la torta, le escondían los cuadernos, se burlaban de su forma de caminar y de hablar. En fin, lo traían jodido.
Hay personas que no nacen o desarrollan con el paso del tiempo, algún talento que les permita pasar por la secundaria indemnes, así que te quedan sólo de dos sopas, o te aíslas o te alías.
Y Mauricio optaba por la primera; llegaba antes que nadie a la escuela y se metía al salón de clases que le tocaba, del cual salía hasta que el timbre sonaba marcando el fin del día.
Se hizo invisible en los recreos y a la salida, con lo cual, los ojetes de siempre, tuvieron que buscar a otro al que molestar, porque las humillaciones deben ser públicas para tener validez oficial en ese mundo ingrato que se llama adolescencia.

Hasta qué, ante lo injusto de la situación, los cinco amigos que éramos entonces y seguimos siendo ahora, lo hizo parte del grupo.
No éramos de esos que reparten golpes o van de bravucones por la vida, todo lo contrario, éramos lectores, jugadores de fut, novieros, bicicleteros de alto riesgo y dueños de un cacho del parque México. Pero sobre todo, éramos un número considerable, así que los “gallitos” se la pensaban tres veces antes de meterse con esos que respondían juntos, como si fuesen los dedos de una mano.
Una mano con seis dedos gracias a la incorporación de Mau.
Abandonó las corbatas y sólo respondía en el salón una de cada tres preguntas, con lo cual sus bonos crecieron como la espuma.
Así, una tarde de febrero de 1973, caímos a su casa.
¡Dónde tenía escondido un tesoro!
No Mauricio, su padre.
Una colección completa (que se incrementaba mes con mes) de revistas Playboy gringas. Apiladas perfectamente por fecha, y muchas de ellas, con artículos subrayados prolijamente. Y esos artículos recalcados, eran el pretexto increíble que le daba a su mujer para tenerlas en su despacho, y ella sonreía complacida ante las inmensas ganas de su marido de incrementar su cultura, a pesar del estorbo que significara que había que encontrar la iluminación entre un montón de chicas desnudas.
El padre de Mau era piloto y no estaba nunca. Y su madre pasaba las tardes en la peluquería de la que era dueña.
Así que los que leíamos con fruición y enorme interés los “artículos”, éramos nosotros, los seis felices adolescentes, que nos pasábamos las revistas unos a otros, con cada nuevo y brillante descubrimiento, e incluso nos dejaba llevarnos a casa algún ejemplar, el cual había que devolver intacto al día siguiente.
De esos tiempos recuerdo muchos senos de muchos tamaños, muchos ligeros con medias negras y algunos atisbos de vello púbico. Y ni un solo nombre de algún articulista, lo siento.
Mauricio se cambió al año siguiente de ciudad, y nosotros, pobres mortales, perdimos a un amigo y una colección de sabiduría legendaria.
Recordé esta historia porqué a partir del mes de abril seré columnista fijo de Playboy, así que mes a mes, podré tener la revista en casa, a la vista, con el mejor de los pretextos del mundo.
Y algunos de los que me conocen, también, así que ya me lo pueden agradecer. No, no importa que me lean. Me conformo con ser el vehículo que lleva al conocimiento.
Buscaré a Mauricio, esté donde esté, para mandarle un ejemplar, agradecido.
Este video te puede interesar
Te recomendamos