“La FIFA no es una carmelita descalza”: Alberto Lati

Por ADÁN MEDELLÍN @adan_medellin Fotos de MIGUEL A. MANRIQUE @Mannfotografo
Hablar de un corresponsal que viaje por el mundo suena romántico en un tiempo en que cualquiera parece ser reportero con un celular en la mano. Pero en las últimas dos décadas, la vida de Alberto Lati (Ciudad de México, 1978) giró alrededor del globo terráqueo cubriendo Juegos Olímpicos y Copas del Mundo en lugares tan disímiles como Inglaterra, China, Alemania, Brasil, Sudáfrica o Grecia. En ese camino entrevistó no sólo a leyendas del futbol y campeones olímpicos, sino a Premios Nobel de la Paz, escritores, políticos y estrellas de la música, usando el deporte como marco de un periodismo cultural y social. “Yo quise ser comentarista deportivo desde los seis años, puedes preguntarle a quienes iban conmigo en la primaria”, afirma, y sentencia que hay tres cosas que nunca puedes hacer igual: viajar, leer y escribir. Lati nos recibió en su estudio y conversó sobre futbol, rituales y peligros en el camino, el poder de la fifa, el impacto sociopolítico del deporte y sus perspectivas tras salir de Televisa.
LATI: ¡Yo creo que ya son como cien países! Cuando la gente me habla de temas del más allá, yo suelo decir: antes de pensar en el otro mundo, quiero terminarme éste. Me falta muchísimo, no voy ni a la mitad. Aparte es muy raro. Yo viví en Alemania y lo recorrí en carretera y en tren de un lado al otro, pero siempre hay un lugar que se te escapa. No terminas de conocer. Los sitios, como las personas, están en evolución. El sitio que te cautivó ya no va a ser más como tú lo viste. A veces vuelves a donde viviste, como en “mi” Tokio, “mi” Atenas, “mi” Londres y digo: “qué belleza que este rincón esté congelado en el tiempo”. De pronto se atraviesa una persona caminando, clavada en el celular, sin ver esa calle, y dices: “no, ya regresamos a la realidad”.
PLAYBOY: Con internet y el cambio en los medios de comunicación, el corresponsal es una figura casi romántica…
LATI: Fue romántica. Y no sé si alcanzó a tocarme el lado romántico. Cuando yo me fui a vivir a Japón no llevé ni siquiera computadora. Me iba a un café internet que estaba cerca de la casa, donde conocí a buena parte de mis amigos. No revisaba mi mail a diario. Usaba el fax del edificio del departamento en que vivía. Un año después, en mi corresponsalía en España, entendí que debía tener un fax. Ya en Atenas entendí que tenía que llevar computadora. Ve la evolución, eso fue en los primeros dosmiles, no en los años cuarenta. Para Sudáfrica fue la primera vez que llevé un dispositivo que permitiera acceso inmediato a Internet. Era otra dinámica, para bien y para mal, porque también los jefes te tenían agarrado en el momento.
PLAYBOY: ¿Cómo te cayó el desafío de encarnar la figura de corresponsal?
LATI: Uff. Soy de por sí aprehensivo y estresado, y entonces lo era más. A partir de China (2008) decidí ir a disfrutar. No significa que estuviera riendo y bailando todo el día, pero desde Beijing viví cada corresponsalía como si fuera la última. Antes de eso, lo padecía mucho. Me daba pavor que se me fuera la nota porque una persona con una cámara nunca va a suplir a un buró completo de personas dispuestas por toda la geografía de un país con contactos más afianzados. Quería estar en todo y a veces hay que saber establecer prioridades. Hay que saber ser activos y a veces reactivos.
Siempre hay un lugar que se te escapa. No terminas de conocer. Los sitios, como las personas, están en evolución.
PLAYBOY: Un viajero inglés decía que todo lo que se necesitaba para viajar por el mundo era disponibilidad en el alma, libertad de compromisos y un estómago fuerte.
LATI: Terra Nostra de Carlos Fuentes, aunque dejó de viajar conmigo cuando el maestro me lo autografió en Berlín. El Aleph de Jorge Luis Borges. Y llevaba mis discos, y con lo descuidado que soy, las cajitas de plástico llegaban rotas: Radiohead, que es mi banda favorita. Pixies me gustaba mucho en ese momento.
PLAYBOY: Aunque es increíble recorrer el mundo, alguna vez confesaste tu cansancio de vivir de viaje en viaje. ¿Qué es lo más duro para quien debe mudarse sin descanso por sus coberturas?
LATI: El inicio es muy cansado. Soy una persona de poco dormir. En esos comienzos, no importaba cuántas horas durmiera, estaba cansado. Llegar, incursionar, intentar hacerte una vida social y generar los vínculos periodísticos te drena mucho. Cosas como una cuenta de banco, que en Sudáfrica fue un parto. En China, sacar un número de celular era un rollo de numerología y superstición, porque si tiene un “8” es de buena suerte porque suena parecido a “prosperidad”, pero si tiene un “4” es de mala porque suena parecido a “muerte”. Cada uno de esos trámites era complicado. Ir al Comité Organizador, a la Embajada de México, a las dependencias de gobierno. Yo vivía haciendo llamadas, mandando mails. Nunca tuve un asistente para esas labores ni un productor en el lugar donde estaba. En Londres llegué a producir entre 10 y 12 cápsulas a la semana. Además teníamos una hora el fin de semana. Entonces nos atrevimos a hacer cosas muy diferentes desde entrevistar a leyendas de rock hasta hacer un recorrido por el río Támesis.
PLAYBOY: ¿Cómo enfrentabas la nostalgia del hogar?
LATI: Había nostalgia de lo que había quedado atrás. Había un comparar inevitable entre el lugar presente y una idealización de los mejores momentos del anterior. Se te olvidaba que en el anterior habías reñido tanto o más para asentarte. Y siempre extrañaba a mi gente en México. En Japón recibía llamadas y lloraba sin entender por qué. Te lo digo en serio. Hubo momentos de mucho dolor, de enfrentarlo queriendo que me regresaran por lo alto del presupuesto, porque no había forma de hacerlo sustentable, pero en la mayoría de los casos, lo enfrentaba pensando en el sueño, que era destacar en el periodismo deportivo. Ése era el único camino para el que yo me sentía válido. Pensaba: “y si fracaso en esto, ¿qué voy a hacer?”.
PLAYBOY: Pese a la relativa apertura cultu- ral que vivimos, el periodista puede llegar a ser incómodo en ciertos sitios…
LATI: El periodista debe ser incómodo. No significa que seamos unas fatigas, sensacionalistas, que mintamos. Pero a veces nos confundimos, no estamos en esto para ser amigos. Ser empático no significa dejar de preguntar lo que quieres preguntar. No vas a ofender ni a decir cosas sin fundamento. Pero necesitas preguntar lo que debes. Muchas veces nos confundimos en la política, en el futbol o en cualquier ámbito.
PLAYBOY: ¿Temiste por tu vida en alguna de tus corresponsalías?
LATI: Debo dejar clara una cosa. Yo nunca he sido corresponsal de guerra. Respeto y admiro a quienes lo han hecho. He hablado con ellos. Tuve momentos muy tensos. Alguna vez, en Sudáfrica, en 2008, nos metimos en un lugar y sin darnos cuenta se nos fue encima una turba. Yo sólo abrazaba a mi camarógrafo y le decía: “si nos separan, ya nos quedamos aquí”. Sentía en la espalda que me apuntaban con algo. Fue muy grave hasta que logré entender que eran de Mozambique, era un momento de ataques xenofóbicos contra sus minorías migrantes en Sudáfrica. Pensaban que íbamos grabando para mostrar a los inmigrantes. Tuve la bendición de que en Mozambique se habla portugués y empecé a gritar que éramos mexicanos, que éramos un país que también tenía inmigrantes maltratados en Estados Unidos, que no era importante y enfrente de ellos borrábamos las imágenes, que además era el típico material de relleno para transiciones. Al final logré que uno de ellos entrara en razón y nos dejaron subir al coche. Todavía nos dijeron que nos tomáramos unas cervezas juntos y debí comprarlas. Cuando nos pudimos desprender, sentí cómo mi cuerpo temblaba, era una turba que nos iba a linchar. Y vi que a mi camarógrafo, Miguel Villa, un tipo duro, se le empezaban a salir las lágrimas por debajo de los lentes.
PLAYBOY: ¿Qué puntos de unión hay entre aficionados al futbol de sitios tan distintos como Sudáfrica, Alemania, Inglaterra, Brasil o México?
LATI: El rito y el mito pueden ser diferentes, pero la sustancia es la misma. Rodando el balón, somos muy parecidos. Me encantan las aficiones alemana e inglesa, porque no supeditan al resultado el nivel de asistencia a los estadios y el cariño a un equipo. Quizá ahí sacan esa parte no tan racional. Es más fácil hacer amigos en el mundo latino, pero es más fácil hacer amigos que se mueran con uno en el mundo germánico. Es difícil que un inglés sea tu amigo, pero una vez que lo tienes, es demasiado fiel.
PLAYBOY: ¿Y la diferencia que más te impresionó de esas aficiones con relación a los mexicanos?
LATI: En Sudáfrica, la brujería en el futbol. De repente ves una persona con una col en el estadio. Recientemente en la Copa América de Chile, vi a la afición en el estadio de Santiago cantando el himno nacional a ca- pella. Fue impresionante. Los griegos cuando fueron campeones en la Euro 2004 eran increíbles: de pronto en la calle se paraba el tránsito y la gente se ponía de rodillas a cantar, viendo hacia el Partenón.
PLAYBOY: Siempre nos repiten que el futbol es un juego que no debemos tomarnos tan en serio. Pero algunos de los personajes más populares, poderosos o ricos del mundo están vinculados a la fifa. Con tus años de experiencia, ¿qué es el fenómeno del futbol para ti?
LATI: Guste o no, si viniera alguien ajeno al planeta y quisiera entenderlo, tendría que considerarlo. Es un fenómeno inevitable si queremos juzgar a la Tierra. Más allá de si es el opio de pueblo, si tiene doping y amaños de partidos, si los jugadores cobran demasiado y ya se hizo mercantil, si el hooliganismo, si se filtra nacionalismo extremo o xenofobia… Pero si quieres hacer el retrato del planeta, hoy no puedes prescindir del futbol. Es la criatura más global que hay en esta aldea global.
PLAYBOY: De niño te encantaban la geografía y la historia. Sueles vincular el deporte con la situación social del lugar. ¿Un periodismo más social ya es una exigencia de la fuente deportiva?
LATI: Me encantaría que se le quitaran los apellidos innecesarios al periodismo. Se es periodista o no. Ya después, el tema de tu pieza tendrá cierta cabida por secciones y temáticas. Creo que cuando hemos hecho periodismo deportivo, nos hemos limitado demasiado a lo que pasa en la cancha, cuando muchas veces lo de menos es lo que sucede ahí.
PLAYBOY: Conociste de primera mano la organización de varios Juegos Olímpicos. Río 2016 ha desatado tremendas polémicas sociales en Brasil. ¿Los valores olímpicos son una utopía o sólo son compatibles con países ricos que gozan de bienestar socioeconómico?
LATI: Hay que empezar por decir que en los valores de Olimpia la mujer no tenía cabida. Eran aristocráticos. Ya había dopaje, con opiáceos u otras sustancias, para resistir más o incrementar la masa muscular. Ya existía el desdén de muchos intelectuales. Aristóteles llega a quejarse de los que practican deporte. A lo que voy es que los valores olímpicos se han convertido en una especie de sentido común detrás de la humanidad, de ángel de la guarda, pero no siempre han sido lo que tendrían que ser. Hay demandas muy severas para quien albergará un mega evento deportivo. Y eso tiene que cam- biar. No puede hacerse más. “La realidad”, me decía Mario Vásquez Raña, en una de sus últimas entrevistas, “es que juegos como éstos no los puede organizar nadie.” Y ahí van más países y se avientan al precipicio en su afán de legitimidad o notoriedad. Ya nadie se cree la mentira de que son negocio. Lo mismo pasa con la Copa del Mundo. Brasil quiso agarrar los dos eventos cuando crecía al 8% anual sin pen- sar que en unos años iba a decrecer 3% anual y tendría un escándalo político, crisis y polarización social en todo sentido.
PLAYBOY: Diré algunos nombres: Palestina, Chechenia, Cataluña, Tíbet. ¿Qué influencia puede tener el deporte para cambiar la geografía política y la situación social que ahora vivimos?
LATI: Parte de lo que yo mostré en mi libro Latitudes es que el futbol puede ser catalizador de lo mejor y de lo peor. Muchos en Los Balcanes aseguran que la guerra empezó en un partido de futbol y hay una placa afuera del estadio en Zagreb que lo dice, aunque eso fue muchos meses antes de la confrontación bélica. También el futbol puede ser el catalizador de un proceso de paz. Pensemos en lo que Drogba hizo para interrumpir la guerra civil en Costa de Marfil. Es, finalmente, una manera de reivindicar. ¿Quién sabría con precisión que hay una región llamada Cataluña con voluntad independentista si no fuera por esto? En muchos lugares el deporte es el mecanismo para dar un grito al mundo de lo que tú quieres que cambie política y socialmente.
PLAYBOY: La fifa tiene una política globalizadora para el futbol. ¿Crees que ahora es más poderosa y cohesiona más que la ONU?
LATI: Más poderosa, no. Peligrosamente poderosa, sí. Sobre todo cuando asume una postura de ONG, de carmelita descalza que irá a resolver los males de todo el mundo. A Blatter le salía muy bien todo eso. Pero cuando hay una doble moral tan clara como que en Qatar el régimen laboral es casi medieval, en el que mueren constantemente inmigrantes de Nepal en las construcciones de los estadios, ¿dónde está la responsabilidad? Recuerdo mucho una frase que me dijo el gran ajedrecista ruso Gary Kasparov cuando le pregunté por el Comité Olímpico y por la fifa: “Tienen todos los derechos y ninguna obligación”. Y creo que acertó. Han hecho lo que han querido.
PLAYBOY: Cien países te dan autoridad para opinar. ¿El futbol es la religión más extendida del mundo?
LATI: Sin duda. Es la religión más extendida, el lenguaje más extendido, la ideología más extendida. Y por ende, el punto de encuentro que más y mejor debemos explotar para acercarnos.
PLAYBOY: Tras tu salida de Televisa, ¿cuáles son tus planes y el próximo idioma que vas a aprender?
LATI: Tengo que aprender ruso, esté trabajando en televisión o no, para el Mundial 2018. Es un sueño que yo tengo desde hace mucho. En términos laborales, de momento tengo mucho que hacer. Estoy escribien- do mi novela, viene la edición de bolsillo de Latitudes, doy conferencias, escribo mis columnas en los periódicos, pero sí me gustaría regresar a la televisión. Creo que tomaré unas semanas de reflexión, de serenidad, de reencuentro con la familia, de valorar que por un par de desencuentros no podemos sepultar un millón de encuentros, porque eso fue mi etapa en Televisa durante 20 años. A partir de eso, con gratitud hacia atrás y con emoción hacia adelante.