2×1: Mujeres en venta
Por:
Jafet Gallardo
25 Jun 2014
Call girl La nueva película de Francois Ozon, “Joven y bella”, recurre a uno de los tópicos que más se […]
Call girl
La nueva película de Francois Ozon, “Joven y bella”, recurre a uno de los tópicos que más se buscan en los filmes de explotación: el descubrimiento sexual relacionado con el trabajo sexual. Discípulo de Jean Chabrol, Ozon recurre a los mismos temas que rozan el policiaco, la sexualidad explicita y la violencia gráfica, pero dentro del tiempo que imprime el cine francés. Es decir, acompasado, sin llevar de la mano al espectador, sino arrojándolo sin más ataduras que las imágenes.
La casi debutante Marine Vacth, personifica a una chica de clase media alta en Paris que un día descubre que el sexo no le parece placentero con los chicos de su edad y decide recurrir como un juego y luego como una necesidad a vender sus cuerpo por internet. Ozon se las arregla para sugerir más de lo que en verdad vemos en pantalla, para mostrar un mundo de violencia sexual que sin embargo no alcanza los niveles de “Melisa P.” o “Las edades de Lulú”. Con “Bella de día” de Buñuel, a cuestas y el éxito de su anterior película, el director francés nos brinda un relato que mantiene al espectador en dilemas morales, ya que va poniendo en jaque varias razones que se tienen por ciertas sobre la prostitución.
La chica no recurre a los tratos sexuales porque esté sola y desamparada, o por que viva en la pobreza. Al contrario, vive una vida desahogada y se lleva ben con su madre, su hermano y hasta con el padrastro que incluso la defiende. Tampoco busca una recompensa psicológica, como se lo hace ver al terapeuta al que es obligada a ir. Mucho menos es una ninfómana, ya que el sexo tampoco le parece tan divertido.
Ozon nos ofrece una historia, eso sí menos redonda que “En la casa”, que nos muestra las posibilidades de esta era donde el internet, los teléfonos celulares ayudan a que llevar una doble vida sea más sencillo.
Chica de teatro
Las traducciones de los títulos extranjeros siempre han sido el punto débil de las películas en todas partes del mundo. “Sueños de libertad”, título homónimo de una cinta basada en una novela de Stephen King, cuenta la historia de una inmigrante polaca (interpretada por la francesa Marion Cotillard) que es recibida por enloquecido Joaquin Phoenix, el cual la orillará prostituirse.
Pretendida fábula sobre la gran inmigración de centroeuropeos a principios de siglo XX en Nueva york, James Gray, el director, no puede sacudirse del cine negro por lo que la comprensión de lo que siente o desea una mujer de esa época suena al estereotipo manido de la puta con corazón de oro. El resto de las chicas del elenco, son simplemente como parte del decorado, sin penetrar en sus motivaciones o sin presentar un desarrollo plausible.
Sin embargo la trama nos brinda dos personajes masculinos que sobresalen de los estereotipos manejados. Jeremy Renner es requerido por primera vez en su carrera y se aleja un poco del personaje de siempre: el loco que está dispuesto asesinar a la menor provocación. Y tiene en Joaquín Phoenix a un rival de peso y fuerza suficientes como para encarar un buen duelo.
La fotografía hace el resto, ya que imita a los grandes cuadros de los pintores nacionalistas norteamericanos de ese inicio de siglo. Si bien el papel de Cotillard nos hace odiarla un poco en su sufrimiento a la Libertad Lamarque, se deja disfrutar con el resto de elementos.
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