Geiranger, joya noruega

Los fiordos noruegos son, per sé, un lugar mágico que parece sacado de una escena de El señor de los anillos. Navegar por esas aguas es una experiencia mística e ir a Geiranger es cerrar con broche de oro. Se trata de un pequeñísimo pueblo que se encuentra en la parte occidental de Noruega, al final de uno de esos mágicos dedos de agua. La región se llama Sunnmøre. Este pequeño poblado está enclavado en medio de la nada; la ciudad más cercana es Ålesund. Eso sí, recibe a muchos turistas que, como yo, llegan ahí mediante un crucero. De hecho, Geiranger se ha convertido en parada turística obligada y es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2005.

 

 

En este hermoso lugar viven únicamente 250 personas. Obviamente, todos se conocen entre ellos y el nivel de familiaridad del trato es tan cálida que se transmite incluso a los turistas que visitan sus tierras durante los cuatro meses en que puede hacerse, es decir, en verano (mayo hasta principios de septiembre). Los noruegos son un tanto “ariscos” bajo los términos mexicanos, pero una vez que les agarra uno el modo son bastante simpáticos e, incluso, bromistas. Además, te puedo asegurar que en cuanto sepan que eres mexicano sus sonrisas se ensancharán el doble que con cualquier otra nacionalidad.  

 

Usualmente los cruceros paran en este puerto todo un día. Lo más recomendable es caminar por el pueblito (que consta de unas cuantas calles) y tomar una excursión que te lleve a los alrededores para conocer los impactantes paisajes del fiordo, sus bosques y cascadas, como la Siete Hermanas. Además, por supuesto, comer en cualquiera de sus restaurantitos es un deleite, sobre todo probar el salmón fresco de esta zona. Definitivamente un must. Eso sí, mentalízate, Geiranger es caro, pero bien vale la pena.