Para que Beas: En la Copa Oro

Desde Seattle. Tendré que hablar del American Dream, ni paper view: No puedo esconder la envidia que me recorre la sangre, que se canaliza en mis venas. Hay cosas en un ser humano que no se pueden evitar. Cada que tengo la oportunidad de venir a los Estados Unidos de chamba o diversión, regreso con ese raro sabor de boca entre lo sublime y lo ridículo, lo real y la ficción, el consumo por el consumo. Genero preguntas constantes de hasta dónde es la delgada línea del primer mundo y la del maltrato existencial por el bien de unos cuantos. En fin, una de esas tardes a lado del mar Pacífico en la costa norte de Washingotn, creyendo que liberaré a Willy de nuevo y regresará con Shamú. El punto de hoy, es la capacidad que tienen para montar y explotar la industria deportiva. Las experiencias que se viven antes, durante y después de cada partido son fantásticas. La organización, por ejemplo del torneo más “bananero” de selecciones a nivel mundial, goza paradogicamente, con la mejor infraestructura para llevarse acabo en 13 sedes. La Copa Oro tiene más estadios que selecciones. Acá el papel de la prensa no es de arrimada o de los malos de la película, sino del verdadero engrane e interlocutor entre el evento deportivo y las audiencias. Las salas de prensa están adecuadas para que uno haga su trabajo con las mejores herramientas de comunicación que se necesitan en estos días. Esta columna por ejemplo, la escribo en medio de un marco fantástico de conexión, comodidad y accesos claros a las instalaciones sin ser tratado como el elemento más bajo de la cadena alimenticia de la industria deportiva. Por eso me muero de envidia cada que vengo acá y veo que aunque aún no tienen el sabor y la pasión para vivir el futbol, ya lo trabajan mejor que nosotros en todos los sentidos. ¡Bienvenidos, bienvenidos! Al American Dream de un seudoperiodista deportivo, trovador y bohemio.        

 

A gozar en la ofi de este material radiofónico, les va a gustar, sino les regreso un vale por dos con un servidor en un jacuzzi (#esoqué?).

 

 

 

Y para este juebebes y a la distancia de mi raza latina, me salió el jamaicón regetoñero que llevo dentro y le dejo este rolón enfermo para cantarle a la distancia a la chica amada: ¡yeaaaaaaaaaa! que siga la gozadera veraniega, a darle con todo al fin de semana.