UNA CRÍTICA A “ALIEN: COVENANT”

Por Luis Manuel Urrutia
Ya anteriormente, Isaac Asimov había explorado las posibilidades y las reflexiones de los robots. Más recientemente, el CD ROM interactivo de Aviador Dro que acompañó al álbum “Mecanisburgo” en 2001, planteaba (en forma de novela según el aviador, aunque formalmente entretejido en el diccionario del disco) que las máquinas ya pensaban, generaban virus para afectar a los humanos y que ya tenían su plan preparado para aniquilar a la especie humana y tomar su lugar. La idea de que el creador es superado y aniquilado por su creación ha acompañado a la humanidad desde hace mucho, mucho tiempo.
Esta misma idea es presentada en Alíen: Covenant, la cual inicia con la primigenia pregunta de ¿quién nos ha creado? Que David, un robot de ayuda, le hace a su creador.
Las escenas de terror presentadas en las previas entregas ya no son tan efectivas tras conocer las formas y medios que usa el Alien para nacer, crecer, depredar y desaparecer. Las mutaciones y variaciones le refrescan, pero sin dejar de ser la misma amenaza ya vista anteriormente.
Humanos necios
Muy remarcable y acertado es el giro del hilo conductor, que en previas versiones era el vértigo a vivir en medio de la nada y atacado por el Alien, y que ahora nos muestra todo un planeta arrasado por estos seres, donde a fin de cuentas el filme se convierte en una lucha entre buenos y malos, que deja al descubierto a los robots como experimentadores e ingenieros de nuevas versiones de Alien. Las partes inconexas y trágicas van tomando sentido conforme se descubre la trama, y la bellísima escena donde el robot entra a la nave llena de humanos en crío sueño al ritmo de la marcha de Wagner “entrada de los dioses al Walhala”, junto con los diálogos de los robots dilucidando su existencia e intenciones, son partes con las que me quedo y que recalcan las proféticas palabras de Stephen Hawking con respecto a la inteligencia artificial.
El enemigo conocido
Y la idea expresada al cierre de la película, cuando el ardid encubierto es adivinado por la capitana de la nave justo antes de ser sometida a crío sueño, recalca que, desde el inicio de los tiempos, los seres humanos hemos preferido tener una representación (la que sea) para dilucidar el origen de nuestra estirpe y el origen de todo aquello que no podemos explicar, en lugar de aceptar que estamos solos y somos responsables de aquello que hacemos, alteramos, destruimos y creamos.
Todo mundo sale más tranquilo de la sala ahora, sabiendo quién es el enemigo, que en aquellas ocasiones cuando los protagonistas se enfrentaban a lo incierto.