De cómo el editor y fundador de Playboy difundió las buenas nuevas del sexo, la sofisticación y la literatura de su tiempo.
Por Adán Medellín (@adan_medellin)
Hugh Hefner fue un evangelista. Es cierto, no es el primer adjetivo que viene para un tipo heterodoxo, liberal y a contracorriente de la iglesia, pero lo es al comprender su labor desde la palabra griega que significa “buenas noticias”. Vale decir que Hefner aportó su pequeña porción de evangelismo en un tema poderoso e incómodo desde las páginas de la revista que creó: las buenas nuevas del sexo como algo divertido, libre, individual, placentero y sin culpa, fuera de legislaciones políticas y conservadurismos religiosos o sociales.
Y es que junto a las mujeres más bellas y provocadoras de su tiempo, Hefner alimentó a sus lectores con literatura y periodismo. Creó y cultivó a su playboy con una filosofía liberal concreta en sus controvertidas editoriales, mientras abrió sus páginas a talentos que transformarían las letras de su tiempo. Ray Bradbury publicó por entregas Fahrenheit 451 en Playboy, aquel inédito que incendiaría las conciencias de la segunda mitad del siglo XX. Ian Fleming, el creador del sofisticado agente secreto James Bond, tuvo una gran relación con la revista e incluso publicó adelantos de Al Servicio Secreto de su Majestad en los años 60. Gabriel García Márquez, el premio Nobel colombiano, publicó un cuento corto en 1971.
Jack Kerouac describiría sus peripecias alcohólicas en un relato de los años 60. Playboy publicó la primera colección de prosa reunida de Kurt Vonnegut, uno de sus autores de casa. Roald Dahl, el escritor de clásicos infantiles como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda y Las Brujas, escribió ficción corta en estas páginas. Norman Mailer hizo la crónica de los grandes días de la contracultura estadounidense desde esta trinchera. Incluso el infortunado John Cheever contó las peripecias de los suburbios norteamericanos aquí.
La ficción y la literatura en Playboy no fueron sólo terreno para los hombres. La gran escritora canadiense Margaret Atwood contribuyó con varios relatos en la primera década del siglo XX. A esos nombres los acompañan muchos más que no cesaron en su mancuerna con la revista del conejito: basta mencionar en los años más recientes las colaboraciones y las asesorías editoriales de Chuck Palahniuk, el escritor de nocauts literarios como El Club de la Pelea, o de Don Winslow, el escritor de Salvajes.
A todo ello, se suma el trabajo periodístico que arrojó una serie de memorables entrevistas centrales de largo aliento que incluyen nombres icónicos que permiten comprender la política, la cultura, el arte y el entretenimiento de la segunda mitad del siglo XX: Martin Luther King Jr., Malcolm X, Jimmy Carter, Jean Paul Sartre, Michael Jordan, Woody Allen, Muhammad Ali, Los Beatles, Fidel Castro y el ahora innombrable Donald Trump.
Este esfuerzo editorial de seis décadas convertiría a Playboy en un pequeño evangelio moderno y masculino que luchó desde la contracultura y la sofisticación de su tiempo para convertirnos en los hombres y las mujeres más interesantes que podíamos ser. Cambió modelos tradicionales, cuestionó la doble moralidad y participó activamente en las luchas por derechos civiles que incluyeron la igualdad racial, la igualdad de género y el respeto de la libertad individual en tu pensamiento y en tu cama. Que Hugh Hefner descanse en la paz de sus sueños cumplidos.