México Sub-17: máquina de un sueño imposible
Chucho Ramírez charló con Futbol Total y recuerda la conquista del Tricolor en Perú 2005
VIDEO: #HistoriaFT | A 10 años del Mundial Sub-17
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Domingo 2 de octubre de 2005: México se paralizó para disfrutar por primera vez de un campeonato mundial de futbol. El Tri Sub-17 se despojó de un anecdotario tan lleno de capítulos amargos para emocionar hasta las lágrimas a su entrenador Jesús Ramírez, al país, a ellos mismos… El sueño estaba cumplido. ¿Cómo lo cristalizaron?
La inspiración de un sueño
Lima, Chiclayo y Piura… son nombres que se inscriben en la Copa del Mundo Sub-17 con letra entrelazada. Ciudades de Perú en las que el Tricolor hizo de una utopía, la más grande de las gestas, un hito impensable para una selección mexicana con el balón.
En 2005, durante los primeros días de septiembre, México realizó una expedición a territorio peruano para participar por octava ocasión en una justa de la especialidad. Con dos eliminaciones a cuestas en Cuartos de Final en Nueva Zelanda 1999 y Finlandia 2003, el bendito quinto partido parecía una fantasía.
Pero hubo algo que lo cambió todo. Antes del viaje, Jesús Ramírez, quien cuatro años atrás inició un proceso con la Sub-15 con el firme objetivo de crear campeones del mundo, siguió el consejo de su esposa, Lourdes Deschamps, para realizar una preparación minuciosa a nivel psicológico basada en el método de Aplicación Mental, diseñado para fortalecer los recursos mentales individuales del ser humano y aplicarlos en la obtención de objetivos previamente establecidos.
“Todo inició en mi casa con mi esposa. Había que planearlo todo. Desde que tomé la selección siempre supe que era una gran oportunidad. Nos pusimos un objetivo. Cuando estaba en la búsqueda ideal planeamos un gran transformación y la real transformación fue nuestra mente y de ahí a la cancha. Un parteaguas”, cuenta Jesús Ramírez a Futbol Total.
Aquella generación dorada de jóvenes seleccionados, talentosa línea por línea, en la que había nombres como César Villaluz, Carlos Vela, Héctor Moreno o Giovani dos Santos, había que hacerla de hierro, blindarla y dejarla lista para un desafíos imprevisibles. Chucho lo consiguió utilizando distintas técnicas de introspección. Y la más efectiva consistía en colocar a sus pupilos sobre la hierba, relajarlos y pedirles que visualizaran lo que querían conseguir en los 16 días que estarían en Perú.
“Nos teníamos que adelantar a los hechos, teníamos que visualizar nuestra mejor jugada, nuestro mejor gol. Gio y la gran mayoría desde antes de ir al Mundial querían jugar la Final contra Brasil, lo veían como el rival a vencer. Hubo muchos de los jugadores que lo hicieron otros que no, y cada quien tuvo la libertad de decir si lo hacía o no”, recuerda.
Llegó la hora de romperla…
En Lima, capital de Perú, México cortó el listón frente a Uruguay el 16 de septiembre y consiguieron la victoria 2-0 con goles de Villaluz y Vela. En el mismo Estadio Nacional, disputaron su segundo partido y Omar Esparza abrió la cuenta, mientras Carlitos firmó un doblete 3-0. En el último partido de la Fase de Grupos, en Piura, perdieron 1-2 ante Turquía, el rival más duro del Grupo B. Aun así, el primer objetivo estaba en la bolsa: el pase a Cuartos de Final.
“La derrota más que duda causó molestia, no lo teníamos planeado, pero nunca dejamos de lado que íbamos a ser campeones del mundo“, expresa Chucho.
Y cómo iban a renunciar si estaban en la antesala para conseguir lo que nunca antes: llegar al quinto partido. Ante Costa Rica, que había calificado en el primer lugar de grupo, le endosaron un 1-3 que resultó un catalizador para la mente de todos los juveniles de la Selección Sub-17 y les reafirmó que iban por los seis partidos, por la Final, imposible a los ojos del mundo.
“Mucha gente me decía que ya habíamos logrado mucho con haber vencido a Costa Rica, pero siempre hubo ambición de conseguir más que los demás, de escribir una gran historia”.
El germen de la gesta fue una zurra de goles a Holanda cortesía de Vela, autor de un doblete, Moreno y Guzmán. La semifinal quedó 4-0 y tuvo un pasaje anecdótico: México había sido el primer finalista y horas más tarde todo el equipo estaba pegado televisor del hotel de concentración… ¡celebrando los goles de Brasil!.
“Estábamos en la Final y con un deseo enorme de enfrentar a Brasil, cuando vieron que ganaban Brasil se abrazaron porque estaban a un paso del sueño perfecto“, rememora sonriente Jesús.
El 2 de Octubre de 2005, México estaba en el Estadio de Lima, allí donde dieron el primer paso para conseguir el sueño. Habían transcurrido 16 días de su primer partido en Perú, la tierra prometida. Ese día, 40 mil almas vieron al Tricolor escribir el primer capítulo dorado en la historia del futbol. La Sub-17 hizo añicos el conformismo, la incredulidad, había recobrado el espíritu y la fe, extraviadas por las generaciones anteriores. Firmó una proeza. Los goles de Vela, Esparza y Guzmán rompieron el último eslabón de la cadena que ataban a México a la ideología mediocre que lastró a todo un país durante más de medio siglo por no trascender en un Mundial.
“Conseguimos cambiar la mentalidad de los futbolistas y eso causó un gran impacto social. La mentalidad lo fue todo, porque llevamos a cabo lo que imaginamos y soñamos: ganar la Copa del Mundo”, afirma Jesús Ramírez, que aquella noche, junto a aquellos 20 héroes juveniles, y de todo un país, cuyo epicentro de emociones fue el televisor, lo retrataron con éxtasis, llanto y un cetro de oro en mano.
Un campeón fue un guerrero que nunca quiso rendirse. Y ese fue México, el rey del Mundial en Perú 2005.