Nahuel Guzmán: el origen del héroe felino
A los 14 años, el oriundo de Rosario decidió ponerse los guantes sin ser portero
Después de 120 minutos llegaron los penales. Tomó la pelota con las dos manos, lentamente, la levantó hacia el rostro y le dio un beso antes de colocarla en el manchón penal. Dio siete pasos hacia atrás, uno a la izquierda y se perfiló. Apenas levantó la mirada, vio a Nahuel Guzmán sobre la línea de gol, elevando los brazos a los costados. Inhaló profundo, se perfiló y, luego, disparó…
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En la ciudad de Rosario, situada en la provincia de Santa Fe, en Argentina, se encuentra el Deportivo Social Lux, fundado en mayo de 1940. Tiene once divisiones infantiles y en la primera, donde entrenan niños de cinco años de edad, Nahuel Ignacio Guzmán (10 de febrero de 1986) comenzó su idílio con la redonda. Allí estuvo hasta los 14 años, sin los guantes puestos, hasta que decidió ir a probar suerte con el Newells’ Old Boys.
“Me hice en el barrio y acá venía por la cercanía que tenía con mi casa y el colegio. Lo viví de otra manera, pero había mucha competitividad. Me gustaba divertirme y jugar como defensa”, cuenta Nahuel, hijo único de don Jorge Guzmán y la señora Patricia Palomeque.
En esa canchita de tierra, con porterías oxidadas y vetustas, el joven rosarino pasaba las tardes después del colegio divirtiéndose con la pelota. Se ponía la camiseta con el número cuatro y lo que más disfrutaba era quitar el balón al contrario. Pero, cuando estaba en plena adolescencia, se atrevió a ir con algunos amigos del Lux a una prueba con el Newell’s. Y sin querer encontró su vocación.
Miguel Fullana, exfutbolista del cuadro rojinegro y quien entonces hizo la prueba, se llevó una sorpresa al entrevistarlo.
– ¿Nombre?, preguntó Fullana.
– Nahuel Guzmán.
– ¿Edad?
– 14 años.
– ¿Posición?
– De seis o arquero.
– ¿Qué?, ¿Cómo que seis o arquero? ¡Imposible!
– No, perdón. Arquero, arquero.
Nahuel Guzmán llegó al campo de entrenamientos, como un amateur, sin represente, solo llevaba una camiseta y los guantes puestos. Y, para colmo, en el Lux nunca había sido guardameta. Eso sí, tenía percha de serlo. No solo por el atuendo, sino por su altura, aunque aun no alcanzaba el 1.92 metros que hoy mide. Le fue más que bien.
“Fui a probar suerte, a divertirme, como hincha del equipo, tenía el sueño de jugar ahí. Pase mil pruebas, goleadas, de esas veces que te quieres ir a tu casa por la derrota, pero me quedé”, recuerda el portero argentino.
El Patón se aferró a cumplir el sueño y cinco años después consiguió debutar como arquero de Newell’s, en un partido ante el club Atlético Belgrano. En ese lustro perfeccionó sus virtudes bajo los tres postes: buen juego con los pies, reflejos centellantes y una gran técnica para atajar los penaltis.
“Los penales son lo más complicado, porque debes conocer cómo tira el rival. Ves videos, lo estudias y al final tienes que aguantar para saber a dónde tirarte. En Newell’s los practicabamos mucho”, recuerda.
Así fue como Nahuel comenzó su periplo bajo los tres palos y a la postre forjó una reputación de ataja penales, que ha exhibido en partidos memorables. Los seguidores de Newell’s, entre muchas otras cosas, por los penaltis que tapó a Riquelme y a Martínez, de Boca Juniors, catapultando al equipo las Semifinales de la Copa Libertadores de 2013.
Y… aquella noche, era Javier Cortés quien anhelaba anotar el cuarto penalti de una cardiaca serie. El Patón hizo el ritual de siempre: caminó desde el manchón penal hasta el centro de la portería sin perder de vista al rival, se ajustó los guantes y, sobre la linea de gol, elevó los brazos a los costados. No importó el zapatazo, el argentino se tiró un lance de postal y tapó un penal en el partido más importante del año: la Final del Apertura 2015.
Minutos después un grito victorioso cimbró las gradas. Nació un héroe felino: Nahuel Guzmán, el mismo que volvió a tapar tres penales en otra final, esta vez ante América, dándole el quinto título de liga a Tigres.