La primera vez nunca se olvida
La aventura continental empezó para el Tri con una historia casi perfecta.
Ni siquiera él se lo esperaba, pero el trabajo que había realizado con Pumas y el que estaba haciendo en Monterrey representaron la ventaja necesaria para rebasar a Manuel Lapuente en una carrera en la cual Miguel Mejía Barón ni siquiera sabía que estaba compitiendo.
Este video te puede interesar.“Jorge Lankenau, mi directivo en Monterrey, me dijo: ´Miguel, hay rumores de que te quieren ofrecer a la Selección, está entre Lapuente y tú, pero mejor que le busquen por otro lado porque yo estoy muy a gusto contigo. Tenemos un compromiso de tres años y quiero que lo cumplamos, ¿tú qué piensas?’. Le respondí: Jorge, llevo dos años trabajando aquí y no tengo interés por la Selección. Nos vemos después de Navidad”, rememora Mejía Barón.
Sin embargo, la noticia no pudo esperar. Durante la Navidad de 1992, y a pesar de que habían quedado en verse hasta después de las fiestas decembrinas, Lankenau hizo saber a Mejía Barón que la decisión ya había sido tomada y que, a partir de entonces, la selección Mexicana estaba en sus manos. “Me extrañó la noticia porque no había tenido yo ningún acercamiento; solamente rumores que leía en la prensa. No me inquietaba para nada la Selección, yo estaba muy a gusto en Monterrey. No fue un premio ni lo tomé como algo especial… fue el destino”, reconoce el doctor en odontología.
Se juntaron las Copas
Con nuevo técnico al frente y armada con una gran generación de jugadores que atravesaban su mejor momento, la Selección Nacional disputó, en los primeros meses de 1993, la ronda final de la eliminatoria para el Mundial de Estados Unidos, en la cual se hizo del boleto tras terminar adelante de Canadá, Honduras y El Salvador.
Confirmada la asistencia de el Tri a la Copa del Mundo, el siguiente objetivo era la Copa Oro, pero, sorpresivamente, se anunció la participación de México en la Copa América, torneo hasta entonces exclusivo de los países sudamericanos. “Cumplimos con la eliminatoria al Mundial. Después teníamos marcada la Copa Oro, no la Copa América. Yo no tenía clara la dimensión de la importancia, pero fue como cuando te invitan a una fiesta: te sientes halagado.
“Nos íbamos a enfrentar con rivales de otro nivel, no mejores ni peores, simplemente diferentes a los que teníamos en el área [Concacaf]”
Miguel Mejía Barón.
Así, el entonces entrenador nacional conformó un vasto plantel ideado para disputar ambos torneos, puesto que el calendario indicaba que la Copa América y la Oro se disputarían entre junio y julio, una tras otra.
“La base de ese equipo tenía origen puma, pues a varios de ellos los dirigí en Universidad… a Luis García, [Juan de Dios] Ramírez Perales, Beto García Aspe, Claudio Suárez y Jorge Campos. Además de otros a los que no había dirigido, como Benjamín Galindo, Luis Flores, Nacho Ambriz y Marcelino Bernal”, apunta el técnico.
Aunque los nombres que figuraban en la lista de convocados tenían mucho peso en el futbol mexicano, existía uno que pesaba más que cualquiera: “Hugo Sánchez fue muy importante en la clasificación al Mundial y en principio habíamos acordado que ésa sería su última participación con la Selección. Él me decía: ‘Ya no puedo; mi rodilla no está bien’. Pero ante la invitación a la Copa América, me pidió que lo llevara y yo le dije que no había problema”.
Días previos al viaje hacia Ecuador, México tuvo su despedida frente a Paraguay en el Estadio Azteca. Mejía Barón recuerda: “Antes de que saliéramos a la cancha, pedí a Nacho Ambriz que le cediera el gafete de capitán a Hugo, porque era su despedida frente al público mexicano. En cambio, Hugo me dijo: ‘¿Sabes qué? No me lo des. La gente va a pensar que soy el líder y no quiero eso. Mejor dámelo cuando estemos en Ecuador’. Ok, le dije”.
Ante la ausencia del Abuelo Francisco Javier Cruz por lesión ‒otro jugador fundamental en la eliminatoria‒, Mejía Barón estaba necesitado de un delantero. “En aquel entonces, el que pasaba por mejor momento era Zague, incluso por encima de Hugo y Luis García. Cuando le hablé para decirle que lo necesitaba en la Selección, él se encontraba en Brasil de vacaciones. Estábamos a dos días de partir a Ecuador y le dije: ‘Oye, Luis Roberto, ya que tú estás en Brasil, mejor alcánzanos en Ecuador para que ya no vengas hasta acá’. Bueno… al día siguiente, Zague ya estaba concentrado en México con el resto del grupo. Un gentleman sin lugar a dudas”.
EL FANTASMA DE MACHALA
A falta de cuarenta minutos para abordar el avión rumbo a Ecuador, los integrantes de la Selección se encontraban en un salón de hotel sin saber si realizarían el viaje o no, mientras redactaban un pliego petitorio en contra del Draft, régimen de transferencias ante el cual los jugadores carecían de defensa y voz.
“Los directivos me pidieron que dejara a ciertos jugadores y que me llevara a otros a la Copa América, pero yo me negué y extendí mi apoyo total a mis jugadores. Les dije: ‘Los únicos que van a decidir si vamos o no son ustedes. Sea cual sea, yo apoyaré la decisión que tomen, ahí me avisan’. Salí del salón y dejé que los muchachos decidieran.
Después de unos minutos, Javier Aguirre, quien fungía como intermediario entre el cuerpo técnico y los jugadores, salió y me dijo: ‘Listo, Miguel, ya decidieron que sí vamos’. Ok, agarren las maletas y vámonos”, dijo el entrenador.
Contrario a lo que se podría pensar, los integrantes de la Selección volaron a tierras sudamericanas con una gran motivación. Cuenta Mejía Barón: “La única consecuencia de esto fue que el grupo se unió más, porqué sabíamos que los directivos estaban esperando cualquier traspié para cortar cabezas. La primera sería la mía, luego las de Javier [Aguirre] y Memo [Vázquez]. Después, se irían sobre los cabecillas del movimiento: Hugo Sánchez, Luis García, Benjamín Galindo…”.
La primera participación de México en Copa América marcó como rivales a Colombia, Argentina y Bolivia. El primero de ellos era dirigido por el reconocido técnico Francisco Maturana, quien tenía en sus filas al talentoso Carlos Pibe Valderrama y al extrovertido y espectacular portero René Higuita.
“Llegó el primer partido frente a Colombia, dimos un gran juego y, cuando dominábamos, vino el apagón de 15 minutos. Luego, el gol fantasma. La derrota dolió, sin embargo, ahí fue cuando nos dimos cuenta de que no era cosa del otro mundo”, comenta Mejía Barón, a la vez que recuerda una anécdota previa al debut:
“Un día antes del partido, los dos equipos estábamos entrenando en la cancha, ellos por un lado y nosotros en el otro. Entonces, me acerqué a Maturana y le dije: ‘¡Hola! Soy fulano de tal. Fui un atrevido que te envió videos de un portero cuando dirigías al Valladolid en España. Quería que lo vieras porque tiene un estilo similar a René Higuita y quería que le echaras un ojo… Ese portero es Jorge Campos”.
DE TÚ A TÚ
En pleno torneo, Luis García tuvo que abandonar la concentración del Tri para ir a jugar con su equipo, el Atlético de Madrid, un partido obligatorio frente al Zaragoza en España. “Luis tenía que acatar las órdenes del presidente del Atlético, Jesús Gil y Gil, un auténtico barbaján”, se queja Mejía Barón.
A su regreso de España, García Postigo se reintegró previo al partido contra Argentina, y se encontró con una determinación que no le cayó para nada en gracia. ”Reuní a Luis y a Hugo en mi cuarto. Le dije al primero: ‘Mira, yo juego con dos delanteros y el que mejor anda de los tres es Zague. Tú sabes que Hugo fue muy solidario conmigo en la eliminatoria y es su último torneo. Por la historia que él tiene y por lo que representa en el país, te pido que le cedas el lugar en la delantera. Él está terminando su carrera y tú todavía tienes mucho futuro’. Luis no lo tomó muy bien y se fue encabronado”, revela el doctor.
Sin tiempo para pensar en arreglar el problema con García, el equipo se enfocó en una Albiceleste que contaba con jugadores de categoría mundial, como Óscar Ruggeri, Fernando Redondo y Gabriel Batistuta. “Sin duda alguna, el mejor partido que tuvimos en el torneo lo hicimos frente a Argentina, un gran equipo. Era el campeón defensor. Merecíamos más que el empate (1-1) porque dominamos ampliamente. Le podíamos jugar de tú a tú a cualquiera”, presume el técnico.
Disputados dos encuentros, México tuvo que buscar el pase a cuartos frente a Bolivia, un duro rival que complicó el encuentro, sobre todo, después de que el defensor Marco Sandy lesionara a Claudio Suárez. “Al medio tiempo, muy decentemente me le acerqué al árbitro y le dije: ‘Profesor, con todo respeto, la entrada que le hizo Sandy a Claudio fue un acto criminal, y una de sus obligaciones como árbitro es cuidar la integridad física del jugador’. No dijo nada, se dirigió al vestidor y cuando salíamos para el segundo tiempo, el asistente me hizo saber que yo estaba expulsado”, testifica Mejía Barón. No obstante, el partido terminó 0-0, lo cual dio el pase a México como el segundo mejor de los terceros lugares.
HAGAN LO QUE SE LES HINCHEN
Pese a la calificación, las críticas de la prensa hacia el funcionamiento de México no se hicieron esperar, y es que la cosecha de goles era de dos, en tres partidos. “Nunca entendí por qué la prensa me tachó de defensivo si utilizaba un sistema 4-3-3 que luego cambiaba al 4-4-2. En la defensa tenía de lateral derecho al Potro Gutiérrez y por la izquierda traía al 10 de Santos, Ramón Ramírez. Estos dos apoyaban a la media de Aspe y Galindo, y entre todos proveían de balones a la delantera. ¿Cuál sistema defensivo? Por eso, en el partido de cuartos contra Perú les dije: ‘Vamos a mostrarles que no somos defensivos, ¡hagan lo que se les hinchen los huevos!’. Lo hicieron y metieron cuatro goles”, recuerda el estratega entre risas.
Considerado ya como el caballo negro de la competencia, México llegó a semifinales para enfrentar al anfitrión: Ecuador, al cual finalmente se le ganó por 2-0 para obtener el pase a la final contra Argentina.
Con 40 mil aficionados en el estadio Monumental de Guayaquil y con el antecedente del empate en fase de grupos, el duelo entre mexicanos y argentinos prometía ser igual de vistoso que el primero… y así fue.
Con llegadas por ambos lados,el partido se mantuvo empatado a cero hasta el minuto 63 cuando Batistuta aprovechó un servicio proveniente de atrás del mediocampo y, con fuerza y velocidad, se deshizo de los defensores mexicanos para batir a Campos. México empató cinco minutos después gracias a un penal cometido por el portero Sergio Goycochea sobre Zague que Galindo cobró con precisión, pero Batigol acabó con toda esperanza al aprovechar un descuido de la defensa y anotar el 2-1 al minuto 74. El sueño se había acabado.
“No hay nada como la victoria y no hay nada como la derrota, sobre todo en momentos culminantes como aquella final, en los cuales sabes que puedes ser el mejor. Cuando no lo logras, no puedes decir que no diste todo de ti; una genialidad del contrario te superó, es todo. No es el fin, hay que levantar la cara y saber que mañana será otro día, que regresarás a casa y seguirás trabajando”, reflexiona Mejía Barón sobre la final.
Tras la obtención del subcampeonato continental, la afición se volcó a las calles de la Ciudad de México para festejar el logro de la Selección en una manifestación multitudinaria que no se veía desde el Mundial de 1986. Los Verdes le habían devuelto la alegría a su afición.
“En el vuelo de regreso, todos pensábamos que cada quien se iba a ir con sus familias y adiós. Pero llegan- do al aeropuerto, nos sacaron por otra puerta dizque para salir más rápido y evitar a la gente. De repente, nos subieron al papamóvil y de ahí nos llevaron a Los Pinos. En el trayecto, fuimos testigos de auténticas escenas dantescas. Pudimos vivir cómo la gente se emocionaba al ver el camión y saludarnos a lo lejos. ¡Fue maravilloso!”, sonríe el estratega al recordar aquel inolvidable verano de 1993.
Ante esa espontánea muestra de afecto de los aficionados, el doctor Mejía Barón, siempre serio, no pudo evitar conmoverse y rompió en llanto frente a todos sus dirigidos.
“Se nos fue la oportunidad de ser campeones en la primera Copa América, más que por otra cosa, por falta de experiencia”
Alberto García Aspe.
“Creo que volver a juntar jugadores como los que hubo en esa generación va a ser complicado. Será difícil que salgan en el mismo momento. Tenías de todo y para repartir”
Luis García.