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Pantomima

Por: Staff FT 07 Feb 2016

Pantomima

Este video te puede interesar. Pantomima Aquiles Castañeda Böhmer Un primer absurdo es prestar más atención a los personajes mediáticos que a los actores medulares ligados a la segunda fuga de ” El Chapo” Guzmán ¿Quiénes estuvieron involucrados directamente en su escape? ó ¿Cómo, si logran desnudar el teléfono de Kate del Castillo, no establecen […]

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aquiles castañeda

Pantomima
Aquiles Castañeda Böhmer

Un primer absurdo es prestar más atención a los personajes mediáticos que a los actores medulares ligados a la segunda fuga de ” El Chapo” Guzmán ¿Quiénes estuvieron involucrados directamente en su escape? ó ¿Cómo, si logran desnudar el teléfono de Kate del Castillo, no establecen aún complicidad con autoridades y sí con figuras públicas? Son preguntas que aparentemente no tienen cabida cuando lo que nos gusta es el chisme.
Otro absurdo de este tema, es que un periodista con 35 años de trayectoria como Ricardo Alemán, quien se anuncia como ganador de un Premio Nacional de Periodismo en el 2005, lograra que hablemos de él a partir de retomar textos caducos de revistas y periódicos de los 80 y 90, para fundamentar un artículo en el que  acusa a Julio César Chávez de tener, o haber tenido, vínculos con “la elite” de narcotráfico en México que trascendieron de la amistad al terreno de la complicidad.
Cobijado en las páginas virtuales del diario El Universal en línea, y escudándose en el supuesto de que su artículo fue un ejercicio periodístico “de opinión” (ya desmenuzándolo no lo es) Alemán hizo aseveraciones que sin duda dañan la imagen renovada de Chávez, quien después de vivir el infierno de las adicciones, lleva hoy una vida ejemplar con la que evangeliza en contra del consumo de alcohol y drogas, sus causas y efectos.
Si este individuo, Ricardo Alemán, habitaba este planeta en la época en la que Chávez figuraba como la gloria deportiva de México y el mundo, sabrá que el país entero deseaba estar cerca de él.
Todos: empresarios, políticos, traficantes, periodistas, religiosos, niños, mujeres, ancianos, policías, gobernadores, anunciantes, Julio César era el “santo grial” ¿Quién no quería una foto con Chávez? Esa popularidad y ese nivel de fama fue también causa de sus peores momentos, y del descontrol que lo llevó a consumir drogas.
Chávez cayó en la adición en una época en la que la “alta sociedad”  puso de moda a la cocaína, tenía todo lo material que pudiera soñar. Los poderosos que querían estar cerca hacían fila afuera de la mansión de Culiacán que hoy es una clínica de rehabilitación contra adicciones. Sobraba el dinero, el alcohol y la droga en sus fiestas, pero ese tema ya está más cantado que “la macarena” ¡Y por el mismo Chávez!
Radicando en Sinaloa y viviendo como millonario, Chávez fue vecino de los narcos, de los políticos y de los empresarios, algunas veces también del algún narco-político-empresario, o de varios.
El mismo Julio Cesar lo aceptó antes como lo dijo ahora, “Los conocí a todos” y no miente, porque no sabe mentir, pero las fotos no son indicios criminales, no esas fotos donde el campeón socializa. De ser indicio criminal, más de un centenar de políticos de alto nivel, tendrían que dar explicaciones por las fotos que se tomaron individualmente o en grupo, con personajes que años más tarde son buscados por la DEA.
La pregunta fundamental para Ricardo Alemán es, si cuando habla de que “Existen pruebas” (sic), que relacionan a Chávez con narcos con los que participó en sociedad o a los que les lavó dinero, se refiere a algo que lo leyó en algún artículo que se encontró en Google, lo escuchó en una plática de cantina, o se refiere a que tiene las pruebas debajo del colchón o resguardas debajo de la plantilla de sus zapatos (por seguridad).
Chávez debería demandar, fue y es una figura pública de México, y una leyenda deportiva universal que pagó caro el precio de sus excesos, pero que hoy está de pie, dando esperanza a miles de personas con el ejemplo de su rehabilitación.
Alemán fue irresponsable, la libertad de expresión no debe ser escudo para dañar la reputación de un ser humano escribiendo o hablando sin bases sólidas de lo que se dice y echando a volar la imaginación.
Ser imbécil al escribir no es delito, difamar sí.

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