El sello del Míster
A Roca lo sacaron de su oficina de la Federación Mexicana de Futbol y le encomendaron dirigir al América. Así, fincó los cimientos del americanismo.
Al término del Mundial de 1970 que albergó México, un nuevo sistema de competencia llegó al torneo de Liga. Por la influencia de deportes como el futbol americano y el beisbol, y buscando ofrecer un toque extra de interés a la competencia e ingresos adicionales, fue instaurada una postemporada: la Liguilla.
El nuevo sistema consistió en dividir a los 18 equipos de primera división en dos grupos: Corsarios y Piratas. Aunque todas las escuadras se enfrentaron entre sí, el novedoso formato de competencia estableció que, al término de las 34 jornadas, los líderes de ambos grupos se enfrentarían en una serie a visita recíproca y el que resultara ganador en el marcador global, se adjudicaría el campeonato.
Para esa temporada, el América se había renovado. La mayoría de los jugadores que ayudaron a conseguir el título de liga 1965-66 salieron del equipo entre 1969 y 1970; el plantel se renovó casi por completo con hombres como Toninho Dos Santos, Juan Manuel Borbolla, Roberto Monito Rodríguez, Prudencio Pajarito Cortés… En total, 21 jugadores se unieron al club en esos dos años para conformar a los nuevos Millonetas.
Entre las contrataciones que los Cremas hicieron como parte de su renovación, hubo dos que resultaron especialmente significativas.
La primera de ellas fue la de Enrique Borja, quien fue fichado en 1969 procedente de Pumas, luego de una controversia en la que el jugador fue vendido sin su consentimiento (“Como a un costal de papas”, se quejó en esa época el delantero) y que llegó incluso a oídos del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz; el delantero le pidió que intercediera, pero la transacción no pudo echarse para atrás. “Lo que sí conseguí –recuerda Borja– fue que mandara una iniciativa de ley para que los jugadores recibieran dinero por los traspasos de venta”.
Pese a la polémica por el traspaso, su profesionalismo se impuso y se convirtió en goleador americanista: en esa campaña, terminó como máximo romperredes de la liga, con 26 anotaciones. Ese fue el primero de tres títulos de goleo que Cyrano (como lo bautizó el narrador Ángel Fernández, debido a su prominente nariz) conquistó de manera consecutiva como jugador Crema.
El otro jugador clave que el equipo de Emilio Azcárraga había incorporado llegó del extranjero. En febrero de 1970, América fue invitado a disputar un torneo amistoso en Santiago de Chile. Ahí, los directivos del club Francisco Hernández y Pedro Portilla, quedaron impresionados con un volante ofensivo perteneciente al Audax pero que en aquel certamen reforzó al Colo-Colo.
En un partido del Cacique ante el Santos de Pelé, Carlos Reinoso mostró su gran calidad con la pelota: visión, potencia, control y toque lo hicieron sumamente atractivo para los directivos del América, que pidieron autorización al presidente Guillermo Cañedo para contratarlo.
El fichaje se realizó con tintes de contrabando, pues como escribió Hernández en su libro ‘El vuelo del Águila’: “En aquella época estaba prohibidísimo introducir dólares a Chile” y Mario Carmona, exjugador americanista, se encargó de llevar escondidos en una corona de utilería los 22,000 que Reinoso costó.
Combinados, Enrique y Carlos formaron una dupla letal para los Millonetas, que hizo tradicional una frase en las crónicas de la época: “Pase de Reinoso, gol de Borja”.
América tenía entonces a los hombres que defenderían sus colores en el campo. Faltaba quien, desde fuera, encauzara su talento y los guiara.
La llegada del Antichiva
Los Cremas iniciaron el campeonato 1970-71 con Luis Grill como entrenador, pero aquello no duró demasiado. El equipo tuvo un pobre inicio, con cinco derrotas en sus primeros ocho encuentros estaba en el puesto 14 de la clasificación general. Por ello, Cañedo decidió cesarlo. La elección del remplazo fue sorpresiva.
A sugerencia de Portilla, Cañedo encomendó la dirección técnica a José Antonio Roca, quien era Secretario de la Federación Mexicana de Futbol.
Roca fue jugador durante dos décadas, pero no tenía experiencia dirigiendo. Sin embargo, aceptó la oferta: “Están poniendo a mi disposición otra vez esa droga que es el futbol y no puedo evitarlo; acepto”.
Aunque nunca jugó para los Cremas (fue parte de Asturias, Zacatepec, Necaxa y Atlante), se identificó con el equipo, se hizo llamar el Antichiva número uno y encendió la rivalidad con el Guadalajara, con frases como “El burro que tocó la flauta” cuando su equipo caía contra el Rebaño.
Con Roca al mando, el club de Azcárraga ganó 14 partidos (incluida una goleada 5-2 sobre Chivas), empató 10 y solo perdió dos de los siguientes 26 encuentros, además fue la ofensiva más productiva del certamen con 56 goles. Todo eso ayudó a que el equipo acabara el torneo como líder del grupo de los Piratas y le dio derecho a disputar la final contra el Toluca, puntero de los Corsarios.
Luego del 0-0 en la ida, jugada en casa de los Choriceros, la serie quedó abierta para definirse el domingo 1 de agosto de 1971. El estadio Azteca fue el escenario en el que, con goles de Reinoso y Horacio López Salgado, América se impuso 2-0 y conquistó su segunda liga en la época profesional.
“Sufrí el desplante de la afición, luego la tuve de mi lado e impusimos récords de asistencia en el Azteca”
José Antonio Roca
“Ganó el equipo que supo ser mejor durante el desarrollo de la competencia y en los juegos finales”
Ignacio Matus
Los técnicos
Técnico JD JG JE JP
Luis Grill 8 3 0 5
José A. Roca 28 15 11 2
La oncena del juego decisivo
Prudencio Cortés, René Trujillo, Antonio Zamora, Guillermo Hernández, Mario Pérez, Roberto Hodge, Carlos Reinoso, Toninho, Roberto Rodríguez, Enrique Borja, Juan Manuel Borbolla.
DT. José Antonio Roca.