Jamie Vardy, el ZORRO corazón de LEÓN
Rechazado en diversos equipos, hizo historia con el más inesperado
¿Qué se necesita para llegar a la cima? ¿Para alcanzar un sueño? En el futbol profesional, la respuesta puede ser tan sencilla (y complicada a la vez) como mantener abiertos la mente y el corazón, “la batería llena y correr libre”. Al menos eso es lo que Claudio Ranieri, el técnico del asombroso Leicester, dijo en una carta que publicó a comienzos de abril, cuando el éxito de su escuadra en la Premier League se veía como inminente.
En ella, entre otras cosas, explicó las claves que tenían a su equipo en la cima de la liga, y puntualizó en algunos de sus jugadores, quienen tenían fascinado al planeta. Uno de los nombres que el técnico italiano subrayó fue el de Jamie Vardy. Al arranque de la campaña, Ranieri le dijo a Jamie: “Eres libre para moverte como quieras, pero tienes que ayudarnos cuando perdamos el balón. Si tú comienzas a presionar al rival, todos tus compañeros te seguirán”.
It’s been quite a journey and there is still so much you don’t know yet…. https://t.co/b0IAxODB0z pic.twitter.com/4KTHHf9XY6
— Jamie Vardy (@vardy7) 3 de mayo de 2016
El allenatore tiene razón sobre la influencia de Vardy, quien no sólo contagió a sus compañeros, sino que fascinó a millones de aficionados alrededor del globo. Lo cierto es que la suya es una historia que bien pudo desarrollarse de una forma mucho menos inspiradora.
Muchas cosas han cambiado para el delantero de los Foxes en los últimos cuatro años. En ese lapso, por citar un ejemplo ilustrativo, pasó de trabajar en una fábrica desde las siete de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde a convertirse en un hombre récord de la Premier League, como el único que ha marcado en 11 partidos consecutivos.
De correr apurado para disputar un partido regional con el Halifax (uno de los varios equipos de divisiones inferiores, incluso regionales, donde jugó; él mismo se lo explicó al diario Mercury Leicester: “Luego de mi jornada, me metía en un coche con mis compañeros y no regresaba a casa hasta las 11”) a ser una de las estrellas del líder de la Premier.
De tener que perderse a veces la segunda mitad de los partidos como visitante para estar de vuelta a tiempo en casa, para no romper una orden legal que le impedía estar fuera de casa de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana del día siguiente.
El origen de aquella prohibición fue una bronca afuera de un bar en la que se metió por defender a un amigo suyo que utiliza un aparato para poder escuchar; “A dos tipos les pareció bien molestarlo y lo defendí”, cuenta Jamie Vardy, a quien eso le costó un lío en las cortes que terminó con una restricción para moverse a sus anchas por la vida.
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Entre esas y otras, Vardy anduvo deambulando por divisiones inferiores, ganando 40 euros jugando en clubes de divisiones inferiores. Y para poder ganarse la vida, tenía que complementar eso con el trabajo en una fábrica de prótesis de piernas, cargando pesadas piezas de fibra de carbono y colocándolas en estantes más altos que él.
El dolor de espalda lo torturaba y un par de veces tuvo que dejar el futbol, pero su pasión acababa volviendo a él, hasta que el Leicester se cruzó en su camino.
Los goles, pero sobre todo la pasión de James Vardy ayudaron a los Foxes a llegar a la Premier League y ahí, en su segunda campaña, el atacante despuntó, al grado de que se ganó su lugar en la selección inglesa y muy probablemente actuará en el verano francés de la Euro. Claro está, no sin antes impulsar con su rabia, su hambre y su liderazgo a su equipo, el maravilloso Leicester, a la cima de Inglaterra.
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¿Si algún golpe de suerte apareció en su camino para torcerle a favor el destino? Puede ser. Lo cierto es que sin su determinación inquebrantable y su esfuerzo infatigable, ningún golpe de suerte habría sido suficiente para convertirlo no solo en un ídolo de la liga inglesa, sino en una inspiración para ve tú a saber cuántos miles de jóvenes en el mundo, quienes -como Ranieri escribió en su carta- estarán preguntándose: “¿Cómo llego al máximo nivel? Si Vardy pudo hacerlo, tal vez yo también pueda”.
Muchas cosas han cambiado para James Vardy desde que pasaba sus días destrozándose la espalda en una fábrica. Hoy ya no necesita trabajar hasta tarde, ni hacer malabares para poder llegar a sus partidos y regresar a tiempo a casa para no meterse en problemas legales. Lo que no ha cambiado, lo que sigue intacto -exactamente igual que cuando jugaba por poco o nada de dinero- es su verdadero motor: la pasión por el balón, por el juego y el gol.
No importa si se embolsa cientos, miles de euros o solo 40 por partido. El verdadero motor de este zorro rabioso no se mide así, sino en pasión. Por eso es el representante perfecto del sorprendente Leicester y prueba fehaciente de que nunca es tarde si el sueño y la determinación por cumplirlo son lo suficientemente grandes.
Salve Jamie Vardy, el Zorro con corazón de León.