Miguel Calero, el cóndor colombiano
Este jueves el colombiano estaría cumpliendo 45 años
Miguel Calero era temido en las canchas. No por ser un personaje rudo, más bien por lo difícil que era batirlo sin importar las condiciones. Un portero con un físico impresionante y unos reflejos asombrosos. Atemorizante en el mano a mano y con facilidad para el vuelo, como un cóndor, ave que es un símbolo nacional en Colombia y cuyas principales características son el tamaño y su gran velocidad en los aires, justo como el inolvidable portero de los Tuzos.
Pero ese miedo por enfrentarlo era diametralmente opuesto lejos de las canchas, donde Calero era todo sonrisas y amor. “Miguel se gozó la vida, siempre se le veía alegre y con esa chispa que ahora extrañamos; fue muy colaborador y les daba la mano a las personas necesitadas. De él tengo buenos recuerdos”, expresa Héctor Abadía Amaral, amigo y miembro de la Selección Colombia.
“Amaralcito, no lo quiero ver así con ese párpado caído; ya hablé con los médicos para que se haga la operación; por los gastos no se preocupe, que yo me encargo de eso”, rememora Amaral sobre la intervención que Calero preparó para solucionar un problema en su ojo izquierdo.
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“Cada que el Show venía a Colombia les traía sus detallitos a los amigos más cercanos; los pares de guayos y los guantes no faltaban. A otros les traía buzos de arquero. Por venir de una persona de la calidad de Miguel, eran regalos inolvidables y valiosos para todos. A mí una vez me regaló la camiseta del Pachuca con la que ganaron un título en el fútbol mexicano”, abunda Amaral, que era íntimo amigo del Cóndor y al que le guarda un cariño inmenso por uno de esos detalles tan típicos de Calero.
Y es que Miguel realizaba sin cesar esos actos de corazón, sin importar el lugar ni la ocasión. “Miguel visitó en más de una ocasión varias casa-hogar o centros de rehabilitación para alentar a los niños enfermos. La visita era con diferentes jugadores del Pachuca y ante cámaras de televisión. Al acabar el encuentro, Calero se quedó y mandó a traer juguetes para varios de los chicos, pero primero pidió que se retiraran los miembros de la prensa. A él no le gustaban las cámaras ni la publicidad; todo lo hacía por generosidad”, confesó años atrás un vocero del Pachuca, club en el que será inolvidable, porque fue el lugar en donde su figura deportiva se multiplicó.
A México llegó en el año 2000 procedente del Atlético Nacional de su país natal. Con Pachuca obtuvo cuatro títulos ligueros y una Copa Sudamericana. No sólo los aficionados recuerdan paradas memorables de quien llegó a ser capitán varias temporadas, sino un gol, sobre el ocaso, como caído del cielo. Lo sufrió Chivas en semifinales y a la postre se transformó en uno de los títulos que más recuerda la afición de los Tuzos.
“Queda el recuerdo que tenemos que grabar todos, la sonrisa que siempre tenía, esa alegría que transmitía. El amor por la camiseta y el club, por la gente, Miguel se fue tranquilo, en paz, cumpliendo con muchos de sus objetivos deportivos”, admite uno de sus fieles amigos en Pachuca, Gabriel Caballero, con quien convivió durante 12 años en la institución.
A Calero no le faltaron ofertas para salir, Europa y Argentina se mantenían como alternativas, pero el Cóndor se mantuvo fiel por el amor que lo vincula ya eternamente con el club. “Calero, más que jugador figura, fue un grande como persona, un hombre humilde que siempre tuvo una sonrisa para todos”, recuerda Raúl Orvañanos durante un homenaje que organizó Jesús Martínez, presidente de Pachuca. En su nicho se lee: “Vuela alto Cóndor, vuela”.