El día que Chucky Lozano silenció el Azteca

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8 de febrero de 2014. Faltaban seis minutos para que se cumpliera el tiempo reglamentario. Moisés Muñoz y Óscar Pérez habían lucido con atajadas de postal en el estadio Azteca. Solo una genialidad de último minuto podría cambiar el marcador.

El goleador del Pachuca, Enner Valencia, se había lesionado al minuto 79, en su lugar ingresó Enrique Esqueda. Fue el segundo cambio del entrenador Enrique Meza. A un costado del área técnica estaba Hirving Lozano. Al 83′, escuchó la voz del timonel: “Chucky, vas a entrar”. Jürgen Damm se fue del campo y el canterano de los Tuzos pisó la cancha. Nunca antes había jugado un partido en la Primera División.

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En el cierre de partido Miguel Layún había recuperado el balón en tres cuartos de campo, intentó buscar a Raúl Jiménez, pero Dieter Villalpando lo mandó a comer pasto tras robarle el esférico. El centrocampista, quien había debutado tres partidos ante ante Tijuana, levantó la mirada y mandó un trazo para el Chucky Lozano.

A campo abierto, el mediocampista imantó la bola a los pies y en el ecuador del campo lo condujo con lucidez. Fue un ciclón. El central Maza Rodríguez comenzó a medirlo para intentar frenarlo. El Chucky se avispó y le pintó la cara con un enganche al centro, luego, condujo el esférico al borde del área y desde ahí jaló del gatillo…. Moisés Muñoz, que había realizado al menos tres atajadas, fue un espectador de la destreza y la valía de un impetuoso jugador. De pronto se escuchó el estallido en la tribuna: el grito de gol.

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Al Chucky Lozano le bastaron cinco minutos para marcar un gol que quitó el invicto al subcampeón América. Su gol fue solo una gota del talento que hoy luce en la cancha con Pachuca como titular inamovible y como uno de los mediocampistas todoterreno que muy pronto estarán en la Selección Mexicana… Y por qué no, en Europa.