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Javier Aguirre, del éxito al exilio

Por: Staff FT 01 Dic 2015

Javier Aguirre, del éxito al exilio

La trayectoria del estratega se vio ensombrecida por un escándalo

Pocos recuerdan la carrera de Javier Aguirre como futbolista, solo las generaciones mayores tienen aún su imagen de jugador, pues recuerdan que vistió las camisetas de América y Guadalajara, que le jaló el cabello a Manuel Negrete para festejar el majestuoso gol del dorsal 22 en el Mundial de México 1986, y sobre todo, que fue un jugador íntegro, que vio por sus derechos y los de los futbolistas.

El capitalino, nacido un día como hoy de 1958, secundó lo hecho por Carlos Albert en la década de 1970, al unirse a Alfredo Tena, Hugo Sánchez y otras figuras nacionales, para hacer la Asociación de Futbolistas Profesionales, con el fin de evitar que los jugadores fuesen tratados como piezas de abarrotería, listos para ser comprados por los dueños del balón en el draft anual.

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“Cuando yo empecé a jugar tenía que portar una playera que decía ‘propiedad del club X’, y nadie sabía si se trataba del jugador o de la playera. Si un jugador firma un contrato, de alguna manera se convierte en ‘propiedad’”, señaló Javier Aguirre en una entrevista, cuando enfilaba su carrera hacia la dirección técnica.

La Asociación de Futbolistas Profesionales tuvo un inicio favorable para los jugadores, pero como era de esperarse, la iniciativa no prosperó, debido a la influencia de los empresarios del balompié azteca, que infundieron temor en los deportistas, hasta disolver y olvidar el asunto. No obstante, el Vasco continuó su camino, pese a la adversidad.

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“Javier Aguirre es sin duda un hombre culto y sensible. Salva las barreras del espacio individual y se coloca muy cerca de su interlocutor. Es afectuoso: una palmada en el hombro, un ligero apretón en el brazo, una sonrisa franca y un absoluto respeto por el otro son notorios en él”, así describía el periodista José Antonio Bravo Flores al Vasco, tras una charla con él, cuando comenzaba su carrera como auxiliar de Miguel Mejía Barón.

Siempre preparado, el Vasco continuó así con su carrera como estratega, de la cual pronto obtuvo frutos, pues en 1995 tomó al Atlante y lo salvó de descender al año siguiente. Tres años después, se adjudicaría su primer y único título de Liga MX con Pachuca, en el Invierno de 1999.

Su trabajo con los Tuzos obligó a la Federación Mexicana de Futbol a mandarlo a llamar para salvar el barco que Enrique Meza por poco hundía. Ya con el incidente de la iniciativa pro-sindical en el pasado, todo mundo confió en que Javier Aguirre era el indicado para asumir el mando del Tricolor. Y respondió con creces.

El Vasco calificó a México al Mundial y lo hizo subcampeón de la Copa América en el 2001; hizo que el Tri jugara una de sus mejores fases de grupo en Mundiales, y sólo fue detenido en octavos de final por el archirrival de los aztecas: Estados Unidos, quien hizo que dimitiera del cargo en la Selección Mexicana, tras eliminarlo de Corea y Japón 2002.

Un año con el Tri había sido demasiado para el estratea, así que se fue a España donde ya estaba apalabrado con un club.

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Con el Osasuna de Pamplona, el mexicano llegó a posiciones impensadas para un equipo chico de la Liga de España; luego sentó las bases para despertar al Atlético de Madrid de su profundo sueño nacional e internacional, hasta que salió por una mala racha con los Colchoneros, y debido a que ya desde entonces, se le acusaba de jugar sucio en los resultados de sus clubes.

Sin embargo, el Vasco parecía encontrar un respiro a en su carrera, pues desde su tierra volvía a recibir un llamado de auxilio que no dudó en contestar. México sufría nuevamente en una Eliminatoria, y en 2009, tras no haber comprendido el futbol azteca, Sven Goran Eriksson era reemplazado por el hijo pródigo que venía con experiencia europea.

Al nuevo Tri de Aguirre le costó trabajo empezar, pues aunque regresó a Cuauhtémoc Blanco del retiro, el debut en El Salvador no fue positivo en el resultado y tiempo después ante Panamá en la Copa Oro, una jugada donde el estratega metió una patada, provocaba que la presión de todo mundo se fuera sobre de él.

Pero Javier Aguirre volvió a cumplir, al calificar a la Selección Mexicana y darle un volumen de juego, hasta que llegaron a Sudáfrica, donde el calvario comenzó. Todo era miel sobre hojuelas en el Tri, hasta el juego contra Francia; no obstante, previo al duelo frente a Uruguay, comenzaba a olerse una sazón inusual en el ambiente y en la actitud del estratega.

Los uruguayos llegaban con un plantel que lucía cada vez más poderoso y Aguirre decidió alinear a un once alternativo, que conoció el poder de la garra charrúa y sentenció al Tri, a medirse con otro de sus némesis: Argentina.

Entonces el técnico dio todo por perdido. Previo al duelo con los pamperos se mostró con una actitud sombría y cabizbaja que hacía entrever que el partido ya estaba sentenciado desde antes de jugarse. El día del encuentro, se consumó la eliminación, con un 3-1 inolvidable.

Nuevamente, ante otra decepción mundialista, Javier abandonó al Tricolor, para regresar a España, donde, aunque no le fue bien con Zaragoza en 2010-11, se repuso con el Espanyol de Barcelona en 2012 y volvió a destacar su labor como estratega, hasta que llegó otra mala racha y otra serie de escándalos de corrupción, en los que el Vasco estaba implicado.

Para 2014, Aguirre fue contratado por la selección de Japón en busca de hacer crecer al balompié nipón, pero las acusaciones en su contra sobre amaño de partidos se hicieron más serias, pues llegarían a los juzgados, y aunado a que no consiguió hacer mucho con la escuadra del sol naciente, tuvo que despedirse de ese combinado, para entrar en proceso legal y comprobar su inocencia.

Y mientras el proceso continúa, decidió tomarse un año sabático en Emiratos Árabes Unidos, al aceptar dirigir al Al-Wahda FC en junio de 2015, para tomar un respiro en tierras lejanas, en busca de que el futbol le devuelva un poco de lo mucho que él le ha entregado.

El hombre que comenzó defendiendo los derechos de los futbolistas pasó a convertirse en un sujeto de investigación, visto por las autoridades como un villano, por estar involucrado con quienes ennegrecen al futbol. Sin embargo, sus allegados lo defienden desde siempre.

“Un ídolo del futbol es también un ser humano, con derechos que a veces no se respetan y con necesidades que no se toman en cuenta. Si ganan triunfamos todos, si pierden, fracasan solos”, señaló José Antonio Bravo, antes de entrevistar a Javier el Vasco Aguirre en 1993.

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