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Expedición Rosique: Once a Blue, always a Blue

Por: Luis Esteban Lozano 28 Dic 2017

Expedición Rosique: Once a Blue, always a Blue

Wayne Rooney es toda una leyenda del Everton y regresó al equipo que lo vio nacer

Wayne Rooney pudo haberse ido a la MLS o la Súper Liga China, pero prefirió regresar al Everton y cobrar la mitad de lo que percibía en el Manchester United (£1.2 millones al mes).

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Su padre quería llamarle Adrian, en honor a Adrian Heath, estrella del Everton en los años 80. Al final, Jeannette, su madre, convenció a su esposo de que le pusieran Wayne, igual que él. “¿Habría tenido otra personalidad si me hubieran puesto otro nombre?”, se pregunta Rooney en su libro My Story. Tal vez. Lo que no era negociable era ser del Everton, porque en esa modesta familia, todos eran evertonians.

Big Wayne, exboxeador amateur y albañil, fue siempre fanático de los Toffees y llevó a su primogénito, por primera vez a Goodison Park, cuando tenía sólo seis meses de nacido. Los Rooney vivían a cinco kilómetros del estadio, en Croxteth, barrio bravo de Liverpool. Fue así como Little Wayne creció amando a los Blues y soñando con, un buen día, jugar para ellos.

Cada vez que el Everton se enfrentaba al Liverpool, los Rooney decoraban el exterior de su casa con posters y banderines del club. Muchas familias en Croxteth aún lo hacen.

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Esto es Croxtehth, o Crocky, como le decimos nosotros. Este es el lugar del que surgí. Es un barrio que ha tenido sus problemas de violencia, pero yo adoro esta zona porque me ayudó a convertirme en la persona que soy”, le dice Wayne Rooney a Gary Lineker, exjugador del Everton y prestigiado periodista, en el documental Rooney, el hombre detrás de los goles (BBC, 2015).

Fue en las canchas Jeffrey Humble, en Crocky, donde Bob Pendleton, scout del Everton, descubrió al niño prodigio. A los nueve años de edad, Wayne anotaba ocho o 10 goles por juego en la liga dominical. El Liverpool ya lo tenía detectado, pero Bob se apresuró, convenció a sus padres, y les invitó al club.

En 2001, tras seis años de formación, Rooney anotó un gol en la final de la FA Cup juvenil, y lo celebró mostrando una camiseta con la leyenda: “Once a Blue, always a Blue” (“Una vez que eres Azul, siempre serás Azul”). Aquel juego lo perdieron ante el Aston Villa, pero la foto de Rooney cautivó a los fanáticos. Semanas más tarde, Wayne fue ascendido al primer equipo.

El 17 de agosto de 2002, Rooney se convirtió en el futbolista más joven, en aquel momento, en jugar en la Premier League, con 16 años y 297 días. Una semana después, anotó su primer gol, para darle al Everton el empate ante el Arsenal. Esa noche, Pendleton lloró de emoción. Dos años más tarde, Rooney fichó por el Manchester United en una transferencia récord para un menor de 20 años: 27 millones de libras. La odisea duró 13 años y le encumbró como uno de los futbolistas más brillantes que ha nacido en Inglaterra.

Hay para quienes el barrio es la verdadera patria. Por eso, el verano de 2017, con 31 años de edad, y luego de superar a Bobby Charlton como máximo anotador del Manchester United (253 goles), Wayne eligió volver a su ciudad con Everton.

Rooney retornó al origen; ahí donde aún viven sus padres; ahí donde conoció a Coleen, su compañera de vida los últimos 15 años; ahí donde él decidió que nacieran sus tres hijos.

La tierra llama y tiene maneras misteriosas para anclarnos a ella. De hecho, Kay, el primogénito, es fan del Everton desde que Wayne jugaba en el Manchester United. Sí, hay barrios que ejercen un magnetismo irresistible y generan rasgos de identidad que ni el tiempo, ni la distancia, ni la fama, ni el dinero, podrán borrar. Los liverpudlians parecen entender esto muy bien. Quizás por eso, el mejor amigo de Rooney en la selección de Inglaterra ha sido siempre otro liverpudlian, Steven Gerrard.

Cuando, en 2015, Rooney se convirtió en máximo anotador de la Selección de Inglaterra (53 goles), Gerrard declaró: “Un día podré contarle a mis nietos que yo jugué junto a Wayne Rooney, y que le asistí en algunos de esos goles”.

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Luis Esteban Lozano
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