Zinedine Zidane, un mago inmortal

“No empecé a jugar al fútbol por hacer dinero, empecé porque no pensé que pudiera hacer otra cosa”, confesaba Zidane antes de convertirse en un bailarín de clase mundial. Nunca se imaginó campeón del Mundo en Francia 1998, Balón de Oro, Mejor Jugador de la UEFA Champions League, ni uno de los más grandes de todos los tiempos. Tampoco ejecutar una volea y convertirla en la novena Champions League del Real Madrid. Mucho menos le pasó por la mente haber colgado las botas después de quedar subcampeón en el Mundial de Alemania 2006 y de haber golpeado el pecho de Materazzi, con un frentazo implacable como si se tratará de marcar el gol de su vida. Y todo porque siempre tuvo por bandera una filosfía ilustre: “El fútbol sólo es bonito cuando no tienes ni idea de lo que va a pasar”.

Han trascurrido nueve años desde que colgó las botas frente a 150 periodistas después de la disputa de su última Copa el Mundo y sigue como un jugador eterno al que se le recuerda más que por goles por ser un bailarín que ejecutaba cualquier cantidad de regates y suertes y dejaba a los rivales con las ganas dequitarle el balón, que siempre iba imantado al pie. Hoy cumple 43 años. Y lo recordamos como siempre quiso: con el legado de jugadas que lo convierte en un mago inmortal.

“Antes que un libro sobre mí, prefiero que hagan un DVD. La gente que me admira podrá ver mis jugadas , tanto buenas como malas, pero en el libro se dirán un sinfín de tonterías que jamás dije o hice”. Mejor ver que contar”, dijo Zizou.