El partido que no se debía perder
Estados Unidos dio al Tri una dura lección en penaltis.
Los recuerdos de las eliminaciones por penaltis sufridas en el Mundial de 1994 (ante Bulgaria) y en la Copa Rey Fahd de principios de 1995 (ante Dinamarca) seguían vivos en el seno de la Selección Mexicana en la antesala del duelo de Cuartos de Final de la Copa América, ante Estados Unidos en la COPA AMÉRICA URUGUAY 1995.
Por ello, el 15 de julio de 1995, dos días antes de que México se enfrentará por el boleto a Semifinales contra los estadounidenses, el técnico Miguel Mejía Barón dedicó buena parte de su entrenamiento a la ejecución de los mencionados remates.
“Todos los posibles cobradores ensayamos por si llegábamos a esa instancia, hicimos tres o cuatro cada quien, y si alguno quería, podía quedarse más tiempo”, revela Missael Espinoza.
Dar más tiempo a este ejercicio era una medida precautoria, incluso cuando el doctor Mejía Barón consideraba que “todos los que estaban en ese equipo eran capaces de acertar, pues se ubicaban en el más alto nivel y eran seleccionados”.
CON EQUIPO RENOVADO
En esta edición del torneo continental, la escuadra mexicana fue muy distinta a la que hizo su debut y quedó subcampeona en la Copa América de 1993.
Existían razones. “Hubo jugadores clave que ya no pudieron asistir: David Patiño, Hugo [Sánchez] y Luis Flores, quien ya había terminado su carrera por lesiones. Con un solo jugador que no puedas sustituir, todo se complica. En esos dos años habíamos sufrido muchas modificaciones y el equipo no estaba tan congeniado como en el 93. Era una escuadra que llevaba menos tiempo de trabajo”, señala Mejía Barón, quien se encargó de cubrir las bajas mencionadas con Carlos Hermosillo, Luis Miguel Salvador y Manuel Martínez.
No sólo en la delantera hubo cambios respecto del plantel que se presentó en Ecuador. En esta plantilla también resaltaron de mediocampo hacia abajo dos nuevos jugadores: Alberto Coyote y Manuel Vidrio, ambos del Guadalajara.
“Siempre tuve un equipo en el cual todos estaban dispuestos a entregarse al máximo, aunque a muchos les faltó tiempo para incrustarse al trabajo que arrastrábamos desde que llegué a la Selección en 1992.
Coyote era de los nuevos. Vidrio, por ejemplo, no estaba tan compenetrado con la comunicación y el entendimiento de [Claudio] Suárez, Ambriz y [Juan de Dios] Ramírez Perales; no quiere decir que no fuera bueno, sino que no estaba adaptado a nuestro trabajo”, describe el estratega.
Los cambios se notaron desde la primera jornada, cuando el Tri fue derrotado 2-1 por Paraguay. “Tuvimos un inicio complicado”, revela Missa, quien antes del duelo dio algunos consejos para vencer al arquero Rubén Ruiz Díaz, su compañero en Rayados. “Previo al partido, aporté algo durante la charla para batirlo, aunque era un porterazo con muy pocos defectos. Más allá de cualquier tip, lo importante era preocuparnos por lo que hacíamos. Ese día no jugué, me quedé calentando… y Rubén se salvó porque le hubiera metido algún pepinillo”, relata entre risas Espinoza.
El revés fue doloroso, pero no quebró las ilusiones ni del equipo ni de Missael. “Yo no inicié en ese partido, pero sí ante Venezuela, a la cual le metí un gol. También ahí me cometieron un penal que fue tirado por Luis García. En ese duelo, me gané la repetición para el siguiente”.
El cierre fue ante el siempre complicado Uruguay, más aún estando en su casa. La Selección Mexicana mostró mejores cosas ante los charrúas y salieron con un alentador resultado (1-1).
“Siempre enfrentar al anfitrión y sacarle un punto es importante, porque habla bien del trabajo realizado. Además, sirvió para llegar con mayor confianza ante Estados Unidos”, recuerda Missael. Y su timonel refuerza: “Los llevábamos abajo en el marcador, pero, tras batallar mucho, nos empataron. Al final, fueron campeones porque eran un gran equipo, pero no nos pudieron superar”.
CONTRA EL VECINO INCÓMODO
Tras clasificar en el tercer lugar de su grupo, enfrentar a Estados Unidos, en apariencia, era un trámite más accesible. “Si no eran ellos, habríamos jugado ante Argentina o Colombia o algún otro… el que fuera sería complicado”, señala Espinoza.
Por otra parte, para Mejía Barón, toparse con Estados Unidos, ya para entonces convertido con el vecino incómodo de la Concacaf, no era nada relevante: “No me significaba nada especial; veía con mucho respeto a todos mis adversarios”, asegura.
Llegó el 17 de julio, día del enfrentamiento entre estadounidenses y mexicanos, únicos ajenos a la región de Sudamérica y que fueron invitados a la Copa por la Conmebol.
El Tri salió al terreno de juego del estadio General Artigas en Paysandú con la intención de liquidar a Estados Unidos en los 90 minutos, incluso en los tiempos extra, pero fue imposible. “Así es el futbol, seguramente lo intentamos todo”, dice el doctor, mientras Missael atribuye el empate sin goles (el cual obligó a la definición en penales) a que “con Bora Milutinovic (en el proceso mundialista de 1994), ellos empezaban a crecer, pero ese día nos jugaron con un planteamiento muy defensivo, todos atrás y buscando un contragolpe, pero nadie anotó.
Ellos sabían que en tiempo normal no iban a ganarnos y por eso buscaron los penales. Las modificaciones ofensivas realizadas por Mejía Barón al ingresar a Hermosillo, a Ambriz y a Martínez en la recta final del segundo tiempo, con el objetivo de conseguir el pase en tiempo regular, fueron inútiles.
“Miguel hizo cambios para evitar los penales, pero no se pudo”, expresa Missael.
Con el intento fallido, los ensayos realizados desde los 11 metros horas previas al choque parecían un acierto. Más aún cuando el equipo azteca contaba con jugadores de reconocido prestigio en ese tipo de definiciones.
“Esta Selección tenía grandes cobradores de penales, por eso había mucha confianza en la afición y en nosotros. Teníamos a Claudio Suárez, Hermosillo, Ignacio Ambriz y Luis García. La lista de cobradores la hizo Miguel con sus auxiliares (Guillermo Vázquez y Javier Aguirre), tomando en cuenta lo que tenían en la cancha”, recuerda Missael Espinoza.
El Tri sumaba resultados adversos en sus últimas definiciones desde esta instancia, sin embargo, existía esperanza por cambiar la historia.
“No me acuerdo cómo hice la lista, pero sí recuerdo que confiaba plenamente en mi gente. Sería absurdo que uno como entrenador dudara de que alguien pueda meter la pelota a 11 pasos, o de que tenga la capacidad para cobrar un penal… aunque hay unos mejores que otros”, resalta Mejía Barón.
Pese al optimismo, las fallas de Hermosillo y de Coyote sentenciaron al equipo mexicano, otra vez, desde la vía penal. “Lo primero que hice fue abrazarlos y darles una palmada en la espalda diciéndoles: ‘No pasa nada, esto es un juego en el que a veces ganas y otras pierdes’”, recuerda a la lejanía el estratega, mientras acompaña sus memorias con una frase:
“Falla el que va a tirar, no el que se queda sentado en la banca”, Miguel Mejía Barón.
El revés fue sumamente doloroso para todos, pues, al quedarse fuera de las Semifinales, se diluían las ilusiones de México… “Apareció el fantasma de los penales y quedamos fuera”, asevera Missael, quien todavía conserva fresca en la memoria la frialdad vivida entre los seleccionados al final del encuentro.
“Hubo un silencio muy incómodo; durante 15 ó 20 minutos estuvimos inmóviles, cada quien en su lugar, con cara de dolor y pensando en lo que había pasado y en lo que dejamos de hacer. Nuestro vestidor era desolador, pero fue regresando a un estado menos crítico conforme nos fuimos quitando la ropa y metiendo a las regaderas”, recuerda Espinoza.
También asegura que el estratega intentó animarlos: “Hubo palabras de Miguel motivándonos a seguir en la carrera, a no desanimarnos. Nos dijo que así era el futbol y que tenía que haber un perdedor y que, desafortunadamente, nos había tocado a nosotros. Fue doloroso perder ante Estados Unidos y tardamos mucho tiempo en poder digerirlo”.
“ME LA TENÍAN GUARDADA”
La eliminación derivó en muchas críticas, sobre todo para Mejía Barón, a quien acusaron de practicar un futbol defensivo, tal como sucedió en 1993. Sin embargo, el doctor recibió en todo momento el respaldo de sus dirigidos.
Al respecto, Missael opina: “Con él como entrenador, al interior existía mucha oportunidad para la comunicación… para expresar nuestros puntos de vista. Siempre tuvo el tino de hablar con todos los jugadores para aclarar cualquier situación. Era exigente, pero nunca dejó de lado la educación y el respeto al jugador. Esa era la imagen que dejaba en todos los que fuimos”.
Pero, a Miguel, ningún elogió le serviría para mantenerse en el puesto de seleccionador. Cuenta: “Los directivos de la Federación (Mexicana de Futbol) tenían guardado un rencor hacia mí por lo que ocurrió en 1993, cuando el grupo se reveló. Yo los apoyé haciendo caso omiso a las peticiones de dejar en México a líderes que algunos dirigentes no querían que fueran a esa Copa América”.
Al doctor no le hablaron a Uruguay para despedirlo y él tampoco llamó a José Antonio Leaño ‒presidente de la Federación‒ para pedirle otra oportunidad. Su cese se dio en cuanto llegó a México.
“Yo no moví un dedo para quedarme. Me dijeron: ‘Miguel, estamos pensando…’, y yo dije: ‘Sí’. No iba a rogarle a nadie. No por orgulloso, simplemente porque sabía que no iba a ser apoyado por la gente que estaba ahí”, relata Mejía Barón.
“Me guardaron esa represalia, aunada a que los resultados no eran tan buenos… pero no eran malos. Así es el futbol. Seguramente lo intentamos, seguro Hermosillo y Coyote han metido muchos goles y seguro si hubiéramos pasado habrían tenido que aguantar más tiempo para correrme. Pero yo regresé a dar la cara… muchos no lo han hecho”, ironiza MMB.
“Mejía Barón nos dijo que no nos presionáramos, que éramos afortunados por vestir la camiseta nacional en un evento de tal importancia como la Copa América”, Missael Espinoza.
“La eliminación sirvió a la Federación para cobrarme lo que tenía guardado desde 1993 por apoyar a los jugadores en su protesta contra el Draft”, Miguel Mejía Barón.